viernes, 13 de junio de 2008

Notas Lector sobre los textos de J. D. Salinger

Recuerdo una emisión de “Ver para leer”, el programa televisivo de Juan Sasturain, en el que este se paseaba por varias librerías en busca de un ejemplar inconseguible de “Los 9 cuentos de Salinger”, para regalárselo a su hija adolescente por motivo de su cumpleaños. No he tenido el gusto aún de leer el libro completo (digo el gusto porque hasta ahora tengo una muy buena impresión del autor), pero en mi opinión, creo que estos dos cuentos (“Un día perfecto para el pez plátano” y “El hombre que ríe”) son prefectos para ser leídos por adolescentes. El porqué de mi teoría se basa en que, en las dos historias, encontramos problemáticas profundas de ese período de la vida: En el primer cuento, el dolor de haber sido parte de una cruenta guerra y volver para contarlo, aún siendo muy joven, teniendo toda una vida por delante, y con la posibilidad de formar una familia; En el segundo porque se habla de desamores, desencantos e historias de amistad, vinculadas al esfuerzo y la fraternidad que existen en un grupo de amigos.

Trazo este paralelismo porque los dos cuentos se encuentran en los extremos de la adolescencia: Los muchachos del Club de los comanches en el principio, una etapa de descubrimiento y abandono de la inocencia, y al final de esa etapa las desventuras de un ex combatiente que comienza con su vida de adulto, “see more glass”.

Ahora lo entiendo a Sasturain, ya me doy cuenta porqué quería que su hija leyera esta obra.

Un día perfecto para el pez banana.

  • Aquí, a Seymour le sucede lo que a muchos ex combatientes. No aguantan el peso del pasado. De eso los argentinos sabemos bastante.

Salinger plantea de entrada el suspenso. Crea al comienzo una descripción fuerte de una situación de diálogo, la cual se encarga de explicar el contendido de la historia que luego se va a desatar. Anticipa situaciones en el tiempo, relativiza indicios.

Juega mucho con la representación de lo visual, y a la vez con todo aquello que se puede presentar como dudoso e incierto, con el descuido y con las situaciones azarosas o libradas a la disposición del destino.
Los diálogos son una excusa para llamar la atención ante cosas no muy interesantes o desviarla cuando suceden las verdaderamente importantes.

Se hace además una descripción (aquí no a modo de recuento o repaso) mediante detalles aislados de los que se desprenden suposiciones que luego no llegan a un puerto. A través de esos recursos es que el escritor logra mantener el hilo de la narración y al lector en vilo.

La historia dos (según los parámetros de la teoría de la doble historia de Piglia) es la historia interna del protagonista, el vacío, su particular manera de ver las cosas, plasmada en la atormentada teoría de los peces en el pozo.

El cinismo forma parte de la narrativa del autor. Asusta la escena de la niña jugando sola con un perfecto desconocido, que, para una sociedad pacata y conservadora, es (o era) un perfecto y potencial desquiciado. O al menos un desequilibrado a causa de un dolor inmenso que necesita atención. Sin dudas es un llamado de atención a esa problemática, que nunca cesa, porque el país del norte siempre esta involucrado en cuanto conflicto bélico se suscita, y no por casualidad.

El hombre que ríe

  • Aquí se juega con un paralelismo entre la “vida del jefe” y la vida de “el hombre que rie”. Los estados anímicos del primero influyen el historia ficcional y hace que se entrecrucen los finales trágicos. La vida de los niños queda marcada por imágenes indisolubles que les dejan una enseñanza y un sabor a estreno, mientras se navega entre la inocencia y la sorpresa.

El Club de los comanches es un equipo de niños o pre-adolescentes que se juntan en sus ratos libres a practicar actividades recreativas. El “jefe” los entretiene en los viajes hacia los campos deportivos con las historias de “El hombre que ríe“, un personaje de fábula que sortea problemas variados a causa de su marginalidad obligada, pero que la mayoría de las veces sale de los infortunios sin mayores problemas. Todo esto mediante una temporalidad lineal en el pasado, y la utilización de un narrador como protagonista. Hasta ahí la historia uno.

La historia dos es la paranoia interna del jefe y sus problemáticas de joven de clase media. La misma se ve desenvuelta y plasmada también en el cuento del “hombre de la boca deforme”, conformando una analogía de esa historia real.

La historia de amor agrava los problemas del muchacho (así como del personaje de fábula) ante una inocente mirada de los chicos. Los chicos creen que la muchacha que se suma al grupo es uno más, e increíblemente la integran. El jefe la integra con otros intereses. La felicidad reina en esos días, y el hombre que rie goza de un vigor inusitado. Hay además un inesperado interés por parte del niño para con la muchacha cuando este la ve triste, porque hay incertidumbre y hay una suerte de inocencia sobrevolando. Cuando las cosas se desencadenan, el hombre que rie agoniza y eso hace que se cierre una etapa.

2 comentarios:

Celia Güichal dijo...

venís realizando un buen trabajo de notas de lector.
Pregunta: Esa imagen es una obra tuya?

Javistereo dijo...

Gracias Celia!
Desgraciadamente la imágen no es mia, porque es muy buena, pero solo fue un buen hallazgo.
javi