Se repetía como un dejavú; tres de tres; La tercera vez en menos de quince días que entraba a la oficina antes de mi horario de ingreso al trabajo y la tercera vez que encuentro a alguno de los empleados sentado en un sillón, indignado, mientras observaba y escuchaba mediante el monitor de
Determiné en ese instante que una nueva semana agitada comenzaba. Hubiera sido una como tantas otras, sino fuera por esa densa neblina que comenzaba a acompañarnos muy lentamente, pasando a ser parte de nuestra vida.
De un momento a otro logramos comprender que ya acompañaba nuestras mañanas, nuestras tardes…y hasta nuestras noches. Logramos comprender también, que no era algo momentáneo.
Las horas contaminadas pasaban como vagones de un tren que nunca terminaba, como un rezo que nunca era correspondido. Hemos sufrido situaciones peores, pero esta era gratuita, totalmente inmerecida, injusta, inicua, arbitraria, sin sentido, fuera de lugar.
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