Es lunes, y el aire parece continuar viseado por el aroma a fin de semana. Ya pasó el día de trabajo y la noche está cada vez más cerca; es una oscuridad prematura, una muestra de que la etapa del año en que las noches comienzan a ser mas largas ya está entre nosotros. La cita era promediando las 5. Llego tarde. Me ubico al fondo, donde nadie me ve. Alguien muy puntual no toleraría haberme visto llegar tarde; sea cual fuere el lugar al que yo asista, sería vapuleado con como “la próxima manejá mejor los tiempos, nene”. Pero yo soy el rey de los impuntuales, el mundo me hizo así. La presentación de la muestra sobre Rodolfo Walsh había tomado su curso. Me doy cuenta de que no me perdí mucho por haber tenido prácticamente media hora de retraso. Quizás llegar media hora tarde si hubiera sido importante y de vida o muerte para Carlitos Lizaso, quien fue a escuchar la pelea principal a la casa de Di Chiano y terminó siendo fusilado en un basural de José León Suárez.
Son esos diferentes manejos de los tiempos, esas decisiones en las que nos vemos envueltos miles de veces cada día, sumado a ciertos infortunios y otros defasajes en las temporalidades, son los que pueden marcar a fuego una historia. Ese tipo de historias son las retratadas por Walsh. Las historias verdaderas que pueden convertirse en novelas increíbles, demostrando que muchas veces la realidad y la observación son amigas intimas viviendo una aventura que traspasa la barrera de una simple crónica y que puede convertirse en un texto de investigación. Datos como el que alguna vez recibió Walsh y que rezaba: “hay un fusilado que vive”, pueden ser el punto de partida. Walsh ejercía la no ficción muchísimo antes de que en el norte hablaran de “new journalism”.
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Esa noche, Sandra Capel (¡paradójicamente locutora del canal de noticias C5N!) recitó varios textos con el acompañamiento musical del violinista quilmeño Herman Ringer. La mujer lee con voz a mitad de camino entre grave y aguda, un capitulo de Operación Masacre. Es rubia y sus tonos son dignos de taller teatral. El diálogo es leído con cierto apuro y curiosamente por una sola persona, ella misma, afortunadamente sin cometer error alguno de interpretación. Le imprime pasión, pero demuestra que está presionada por un público que atentamente la observa, y por un violín que sin marcarle el compás acerca climas hostiles al relato. Concluye con un pedido de clemencia, unos de los tantos que hubo en esa fría madrugada de tricotas blancas manchadas de rojo y muchachos que se hacían los muertos, para no avispar a los policías militares que acataban incomprensibles órdenes. Yo disparo como si fuera uno de ellos, hacia un costado y me dispongo a leer la historieta de Solano López que recrea esos momentos en el basural, mientras recuerdo un documental en donde el recitado del capitulo era mucho mas pausado y realista.
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Después habla el Vice-Decano de
“Soy lento, he tardado quince años en pasar del mero nacionalismo a la izquierda; lustros en aprender a armar un cuento, a sentir la respiración de un texto; sé que me falta mucho para poder decir instantáneamente lo que quiero, en su forma óptima; pienso que la literatura es, entre otras cosas, un avance laborioso a través de la propia estupidez.”
Me quedo pensando un rato largo. La releo y e incluso la re-grabo para luego escucharla una y otra vez en mi casa. Mi voz no se asemeja a la del oriundo de Lamarque (Choele-Choel), me digo hacia adentro cuando escucho estas frases más tranquilo, recostado en mi cama, con un anotador en mis manos y los auriculares puestos; Es entonces cuando mi preocupación crece. Si Rodolfo todavía en esa época, con todo el bagaje con el que ya contaba, no había podido descifrar esos enigmas, porque yo iba a poder hacerlo. Buscando más tarde encontré que esta frase era precedida por el siguiente párrafo;
“En 1964 decidí que de todos mis oficios terrestres, el violento oficio de escritor era el que más me convenía. En la hipótesis de seguir escribiendo, lo que más necesito es una cuota generosa de tiempo.”
Todos necesitamos tiempo, es difícil cuando este escasea. La palabra crónica proviene de la palabra cronos, que significa tiempo. El tiempo siempre apremia, como en una partida de ajedrez donde luego de cada movimiento se frena el reloj. Hablando de movimientos, en la otra gigantografía estaba la respuesta ante lo que alguna vez se le preguntó: si se consideraba incluido en el Movimiento Peronista. En ese momento respondió:
“Si se admite que la antinomia básica del régimen, antiperonismo-peronismo, traduce la contradicción principal del sistema, opresores-oprimidos, yo no me voy a anotar en el bando de los opresores ni en el de los neutrales”.
Nunca lo ocultó, pero la respuesta era de alguna forma lapidaria, como muchas de sus afirmaciones. Me da alivio saber que siempre respetó sus convicciones. No me da alivio saber que nunca se supo más de el desde que envió una carta para quitar un velo que muchos no veían y otros no querían ver.
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