En “Prefacio" encontramos una disposición muy especial para con el lector. No solo se habla del proceso de escritura, de las idas y vueltas en la vida de un escritor y las meras idas y vueltas en la vida, sino que también se demuestra y se explica un proceso de aprendizaje, lo que no es común encontrar en una introducción autobiográfica. Por lo general son datos que se esconden para no pecar de vanidoso o por simple vergüenza: habla del cierre de etapas, de la inspiración, del ejercicio de leerse y releerse, de la veta artística del periodismo y del género como límite y estrategia. Habla de la crisis como un límite de inspiración, y de la importancia de cruzar géneros para eludir el estancamiento creativo.
Aquí va y viene en la temporalidad, mostrando incluso adelantos de proyectos que el tiempo determinó que quedaran inconclusos o truncados.
“Música para camaleones” es un texto con connotaciones visuales, en el que abundan las descripciones; los colores son exaltados al punto de la exageración en varios casos, pero Capote logra sin dudas delinear con facilidad, mediante pocos rasgos, los aspectos fundamentales del habitante de ese lugar. Utiliza una especie de entrevista encubierta para intentar agradar y encajar más fácilmente en el lugar de visita. Se mete en aspectos escabrosos y comete, porque no, algunos desatinos.
Aquí el autor lee al destino desde la vista de un perfecto extraño, desde la mirada del inmigrante, desde el desconocimiento, pero de igual manera retrata perfectamente la situación, y sus palabras son siempre las adecuadas para construir ese mundo. El espejo negro es un objeto que funciona en varios niveles de percepción, ya sea como anécdota que demuestra status, o como metáfora, hablando de las zonas oscuras de la entrevistada o incluso del entrevistador.
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